La interacción de los protagonistas con otras personas no es más que el reflejo del vacío existencial que intentan llenar. Dos de ellos, a través de la prostitución que ejercen, buscan además de sobrevivir, una devolución del otro un “algo más” que no consiguen tener, generando más malestar, más vacío. Instalándose en la película un clima donde se bucea en el interior del Ser.
Los tres tienen relaciones bastante conflictivas con sus padres. Por esta causa se refugian inconscientemente en la estructura triangular (se puede ver como la estructura madre-padre-hijo) donde creen estar bajo alguna protección especial. En esa triada ellos se sienten seguros, protegidos, nada malo puede pasar. Aunque el mundo (privado) se este derrumbado a pedazos, ellos arman una fortaleza o castillo (recurrente juego imaginario infantil) donde todo es perfecto, o intenta serlo.
Stéphanie que anhela, y melancoliza constantemente el recuerdo de su padre y más fuertemente el de su hermana, y el de ella misma como varón, en temprana curiosidad sexual después devenida en transformación física.
Djamel es bastante misterioso tanto con sus amantes como con su familia con la que mantiene una relación conflictiva. Se siente profundamente atraído y con ganas de reincidencia con un señor que podría ser su padre, y con el cual no parece, o por lo menos no se muestra en el film, que este ejerciendo el trabajo de vender su cuerpo, labor que vimos antes de esta escena en particular.
Mikhail también tiene una relación familiar conflictiva, que niega. Mata verbalmente a sus padres, para ocultarlos, a sus amantes. Parece molesto o angustiado interiormente pero tampoco lo expresa demasiado, Ayuda a su inexpresión el hecho que no hable el mismo idioma que Stéphanie y Djamel. Intenta contener, aconsejar y ayudar a los integrantes del trío, pero se olvida de su propia contención y necesidad de ayuda.
Los juegos de ellos son juegos de niños, es como si estos tres personajes ya adultos, intentaran volver al momento donde la infancia fue interrumpida o robada. Se tiran entrelazados girando sobre el césped al aire libre. O corretean como tres niños donde están completos en ese juego, en esa estructura y en ese juego. Los varones juegan a la pelota e intentan imitar el boxeo. Mientras ella hace cosas que también las niñas experimentan en su infancia como el pintarse y arreglarse frente al espejo, transformándose.
El papel de la madre enferma de Stéphanie, y los recuerdos recurrentes de ella, nos muestran que los años pasaron; pero la nostalgia y la melancolía sobre la protagonista generan un vacío en el tiempo, como un tiempo congelado que no avanza.
Antes de morir la madre llega a traspasar y superar ese estado estático. Luego de recordar a su marido y a su hija, toma un almohadón y luego un saco que funciona como manta y los tira al fuego que estaba ardiendo en el hogar. Como simbolización de la manta que cubre y protege (esposo-padre de la familia) y el almohadón como cosa donde apoyarse y acomodarse objetivando a la hija. Con ese acto de cremación la madre logra exorcizar sus fantasmas, para siempre.
La película termina con ellos en el tren, camino hacia algo que no vemos, pero suponemos tendrá el intento de ir hacia alguna verdad, sobre misterios tan grandes como la muerte, el sexo y tal vez el más grande de todos, la vida misma.